Romeo y Julieta
colomb i a cuent aas llaves cayeron sobre la mesa y Raúl se dirige hacia laya está cantando otra vez, no la entiendo, yaporque la de ayer no era esta.Mientras tanto le pone mantequilla a cuatrojamón entre ellos. Se va hacia los cuartos,porqué definitivamente perdido entre el tiempo,entre la rutina. Ve a su hermana, recortadameciéndose en su eterna silla y con su sombraperezosa luz de mediodía.(cuento-poema)131colomb i a cuent a133
Romeo
y Julieta
(cuento-poema)
130
L
cocina. Tendré que hacer comida para ambos porque no habrá
comido nada en todo el día y…
El amor
cambió de canción
que vuela
por el aire
panes y dos tajadas de
que me hiela
tratando de encontrar un
y golpea
entre los genes y
dulcemente
contra la ventana,
el ardiente
proyecta por la
corazón
Romeo y Julieta
j u a n f e l i p e l o z a n o r e y e s
uno
Te traje comida y el canto cesa bruscamente. Esos ojos azules,
increíbles, malditos; el pelo se está mezclando con el sol. Ella
le quita el plato y lo mira con desprecio. Un rictus en la boca y
toma la vianda con manos temblorosas, luego la huele, luego la
muerde.
Él la observa un rato y, como siempre, entablan un diálogo unilateral
en el que él habla y ella calla o él calla y ella canta. Había nacido
así, como si su existencia hubiera sido un accidente, aunque
en realidad nunca había dejado de serlo. Simplemente su mente
era un frío rayo de luna en una tarde soleada como aquella.
Se retira a su cuarto y prende el televisor. Está pensando en
ella, pero el partido está igualado a un tanto y la pelota la toma
Márquez, corre, corre, se dirige hacia el arco contrario, la pasa a
Julián, Julián se acerca, gambetea, dispara y goo/ Un amor como
este/ ooo/ ocultar no puedo/ ooo/ y ahora canto/ ooooool/ para no
morir de dolor.
Otra vez está cantando y (maldita sea), se le cayó el plato y se
rompió de la emoción. ¿Por qué tenían que meter gol en el último
minuto? Cambia de canal porque no quiere ver perder a su equipo.
En Malasia murió/ la rosa/ el ministro/ con su espina clavada/
por un infarto/ en mi corazón. Se levanta; ya está cansado de tanto
canto y melodrama. Va a decirle que se calle. Y, entonces, el grito.
Penetrante, cruel y limpio. Sabe bien que solo una impresión muy
fuerte podría haber causado en su hermana tal reacción. Corre
y la estrecha entre sus brazos mientras los cabellos lacios se derraman
por sus manos. Está desmayada, pero pronto recobra el
sentido. Raúl logra subirla otra vez a la mecedora y, al hacerlo,
observa en la calle al hombre. ¿Quién será? Mira a nuestra ventana,
a mí, a mi hermana. De pronto, ve en esos ojos de verde grandeza
reflejado el grito hondo que la mujer a su lado había proferido.
j u a n f e l i p e l o z a n o r e y e s
132
Se asusta tanto que cierra la persiana y pone a su joven adulta de
mente oscura sobre la cama.
Mira el reloj. Es tarde ya y se acuesta dejándola dormida. Cruzando
la puerta del sueño le parece escuchar el crujido de la mecedora
y un canto lento, lúgubre y romántico como el de esa mujer
que es su hermana pero que no es nada porque su inteligencia
esta descompuesta y desvariada por una locura que parece cordura
pero que no es ni lo uno ni lo otro…
Sueña que sueña mujer en la silla canta, ¿qué canta? Es un
poema, es un lamento de amor, es una ventana gigante que se
come al sol y ahora es un gigante llevando una flor que pone junto
a los ojos, acaricia la cara y pasa por la boca donde la poesía
se enreda en las espinas porque es una rosa la flor, es un grito de
pasión que se pierde en esos enormes ojos verdes de un calor tan
frío como el dolor.
El frío. Esa sensación odiosa hija de la muerte y Raúl la siente.
Entra por su columna, lo besa y lo tortura y finalmente lo despierta.
Está sudando, temblando, pero aquel frío no fue soñado, está
allí, flotando en la habitación. Se levanta y el primer impulso lo
lleva a ver a su hermana. El sueño lo persigue, el canto lo intriga
pero no puede recordar.
Entra a la alcoba y de pronto, todo es sentido, todo es como
cada-ficha-en-su lugar.
Corre enloquecido, abre la puerta, baja las escaleras y el sonido
que resuena y la vista que quedó plasmada se le muestran otra
vez: la cama revuelta, la canción del sueño/ amante en el silencio/
las huellas en el tapete/ conjura mi sueño/ la mecedora aún moviéndose/
prendida estoy de tu amor, Romeo/ la ventana (¡la eterna
ventana!) abierta/ es lo correcto amarte/ y el cielo amenazante
y gris/ aunque sea veneno tu calor.
uno
Lo presentía, lo sabía, pero no lo quería. Al verlos ahí, fue la
imagen maldita de los ojos verdes y al llegar a la calle el último
canto aún se oía mientras con ira observaba a su hermana, perdida,
caída por la ventana, abrazada al gigante de la rosa que agonizaba
herido de lamento y en un último estertor. El aire aún recitaba
la prosa y las lágrimas marchitaban la flor: he resuelto con
dicha el misterio del amor, triste destino es el nuestro, de misterio
y de dolor, por eso solo podemos calmar esta pasión, refugiándonos
de la vida para estar solos los dos: la muerte, ¡nuestra muerte
es la única solución!
j u a n f e l i p e l o z a n o r e y e s
134