Romeo y Julieta

05.10.2018 21:39

colomb i a cuent aas llaves cayeron sobre la mesa y Raúl se dirige hacia laya está cantando otra vez, no la entiendo, yaporque la de ayer no era esta.Mientras tanto le pone mantequilla a cuatrojamón entre ellos. Se va hacia los cuartos,porqué definitivamente perdido entre el tiempo,entre la rutina. Ve a su hermana, recortadameciéndose en su eterna silla y con su sombraperezosa luz de mediodía.(cuento-poema)131colomb i a cuent a133

Romeo

y Julieta

 

(cuento-poema)

 

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L

cocina. Tendré que hacer comida para ambos porque no habrá

comido nada en todo el día y…

 

El amor

cambió de canción

 

que vuela

 

por el aire

panes y dos tajadas de

 

que me hiela

tratando de encontrar un

 

y golpea

entre los genes y

 

dulcemente

contra la ventana,

 

el ardiente

proyecta por la

 

corazón

 

Romeo y Julieta

 

j u a n f e l i p e l o z a n o r e y e s

 

uno

 

Te traje comida y el canto cesa bruscamente. Esos ojos azules,

increíbles, malditos; el pelo se está mezclando con el sol. Ella

le quita el plato y lo mira con desprecio. Un rictus en la boca y

toma la vianda con manos temblorosas, luego la huele, luego la

muerde.

Él la observa un rato y, como siempre, entablan un diálogo unilateral

en el que él habla y ella calla o él calla y ella canta. Había nacido

así, como si su existencia hubiera sido un accidente, aunque

en realidad nunca había dejado de serlo. Simplemente su mente

era un frío rayo de luna en una tarde soleada como aquella.

Se retira a su cuarto y prende el televisor. Está pensando en

ella, pero el partido está igualado a un tanto y la pelota la toma

Márquez, corre, corre, se dirige hacia el arco contrario, la pasa a

Julián, Julián se acerca, gambetea, dispara y goo/ Un amor como

este/ ooo/ ocultar no puedo/ ooo/ y ahora canto/ ooooool/ para no

morir de dolor.

Otra vez está cantando y (maldita sea), se le cayó el plato y se

rompió de la emoción. ¿Por qué tenían que meter gol en el último

minuto? Cambia de canal porque no quiere ver perder a su equipo.

En Malasia murió/ la rosa/ el ministro/ con su espina clavada/

por un infarto/ en mi corazón. Se levanta; ya está cansado de tanto

canto y melodrama. Va a decirle que se calle. Y, entonces, el grito.

Penetrante, cruel y limpio. Sabe bien que solo una impresión muy

fuerte podría haber causado en su hermana tal reacción. Corre

y la estrecha entre sus brazos mientras los cabellos lacios se derraman

por sus manos. Está desmayada, pero pronto recobra el

sentido. Raúl logra subirla otra vez a la mecedora y, al hacerlo,

observa en la calle al hombre. ¿Quién será? Mira a nuestra ventana,

a mí, a mi hermana. De pronto, ve en esos ojos de verde grandeza

reflejado el grito hondo que la mujer a su lado había proferido.

 

j u a n f e l i p e l o z a n o r e y e s

 

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Se asusta tanto que cierra la persiana y pone a su joven adulta de

mente oscura sobre la cama.

Mira el reloj. Es tarde ya y se acuesta dejándola dormida. Cruzando

la puerta del sueño le parece escuchar el crujido de la mecedora

y un canto lento, lúgubre y romántico como el de esa mujer

que es su hermana pero que no es nada porque su inteligencia

esta descompuesta y desvariada por una locura que parece cordura

pero que no es ni lo uno ni lo otro…

Sueña que sueña mujer en la silla canta, ¿qué canta? Es un

poema, es un lamento de amor, es una ventana gigante que se

come al sol y ahora es un gigante llevando una flor que pone junto

a los ojos, acaricia la cara y pasa por la boca donde la poesía

se enreda en las espinas porque es una rosa la flor, es un grito de

pasión que se pierde en esos enormes ojos verdes de un calor tan

frío como el dolor.

El frío. Esa sensación odiosa hija de la muerte y Raúl la siente.

Entra por su columna, lo besa y lo tortura y finalmente lo despierta.

Está sudando, temblando, pero aquel frío no fue soñado, está

allí, flotando en la habitación. Se levanta y el primer impulso lo

lleva a ver a su hermana. El sueño lo persigue, el canto lo intriga

pero no puede recordar.

Entra a la alcoba y de pronto, todo es sentido, todo es como

cada-ficha-en-su lugar.

Corre enloquecido, abre la puerta, baja las escaleras y el sonido

que resuena y la vista que quedó plasmada se le muestran otra

vez: la cama revuelta, la canción del sueño/ amante en el silencio/

las huellas en el tapete/ conjura mi sueño/ la mecedora aún moviéndose/

prendida estoy de tu amor, Romeo/ la ventana (¡la eterna

ventana!) abierta/ es lo correcto amarte/ y el cielo amenazante

y gris/ aunque sea veneno tu calor.

 

uno

 

Lo presentía, lo sabía, pero no lo quería. Al verlos ahí, fue la

imagen maldita de los ojos verdes y al llegar a la calle el último

canto aún se oía mientras con ira observaba a su hermana, perdida,

caída por la ventana, abrazada al gigante de la rosa que agonizaba

herido de lamento y en un último estertor. El aire aún recitaba

la prosa y las lágrimas marchitaban la flor: he resuelto con

dicha el misterio del amor, triste destino es el nuestro, de misterio

y de dolor, por eso solo podemos calmar esta pasión, refugiándonos

de la vida para estar solos los dos: la muerte, ¡nuestra muerte

es la única solución!

 

j u a n f e l i p e l o z a n o r e y e s

 

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